La tristeza es una emoción que en muchas ocasiones hace que perdamos la ilusión e incluso la energía para proseguir nuestra vida cotidiana. Hace que incluso nuestro sistema inmunológico baje y aparezca la enfermedad.
Todos en algún momento la hemos sentido. Hay muchas ocasiones y circunstancias que nos cuesta ver más allá y nos quedamos con la primera impresión. En ocasiones si no logramos entender lo que sucede es cuando comienza a instaurarse la tristeza en nuestro interior.
María de 34 años, soltera, acudió a nosotros con una gran tristeza en su corazón, consecuencia de ella estaba sin fuerzas y le costaba levantarse. Estaba preocupada ya que hacía poco habían hecho una reestructuración en su trabajo y la habían echado. Era un cumulo de situaciones que no acababa de entender. Me comentaba… yo he hecho bien mi trabajo, incluso con tal de acabarlo me quedaba más horas y no las cobraba. Y mira ahora como me lo pagan. La vida es injusta, me decía.
María era dependienta en una tienda de ropa, en ocasiones tenía que quedarse a ordenar y recolocar el material cuando ya no estaban los clientes. Me decía que a ella no le gustaba su trabajo, que lo que más le gustaba era el trato con la gente, el poder ayudarlos a que se sintieran mejor con ellos mismos, gracias a la ropa que ella creía les podría ir bien. Los clientes agradecidos se iban contentos y ella orgullosa de haberles ayudado. No todos te lo agradecen, me comentaba, pero no importa yo me sentía bien ayudando.
Fuimos al origen de ese sentimiento de tristeza, vaciando todo cuanto estaba en su interior. Esas injusticias que a pesar de su esfuerzo, no consiguió ser reconocida por la encargada y la empresa. Al vaciar la pena que yacía en su interior, comenzaron a salir todos esos pensamientos que a lo largo de su vida se han ido repitiendo. “Por más que hago y ayudo, nada cambia”, me decía emocionada y triste. A lo largo de su vida siempre estuvo en trabajos de servicio, vendiendo diferentes productos. Y en la mayoría no fue reconocida, ni valorada. Seguimos retrocediendo a su infancia, donde una vez más volvía a repetirse la misma creencia “Por más que hago y ayudo, nada cambia” .
Una vez vaciado todos estos recuerdos y sentimientos que oprimían su corazón, empezó a sentirse más descargado, como si me hubieran quitado un peso de encima, me comentaba. El hecho de ir vaciando, expresando y sentirse comprendida y acompañada, hizo que se relajara y fuera liberándose del problema para posteriormente centrarnos en la solución.
Comenzamos a valorar todas esas cualidades que posee y que nada ni nadie podía negárselas, ni quitárselas. Comenzó a sentirse más segura con ella misma, pero lo principal fue que empezó a sonreír. No importa lo que suceda, sintió que nadie podía quitarle su alegría, sus ganas de vivir. Esa alegría fue la que aportó fuerzas para proseguir, para sentir la fuerza que desde bien pequeña estaba en su interior. Fue la alegría la que hizo que su sistema inmunológico se reforzara, su corazón latía con fuerza y su mente estaba en la solución.
Hoy en día María es encargada de unos grandes almacenes de ropa, ayudando y valorando a sus compañeras, dando la importancia que tiene una sonrisa o un buen consejo. Ahora está feliz y contenta de sentir que sus cualidades no solo están al servicio de los demás, sino que puede enseñarlo y transmitirlo a su equipo de trabajo. Haciendo que se beneficien los clientes pero sobre todo, creando un clima de trabajo de alegría y bienestar.
Yendo al origen podemos desactivar todos esos sentimientos y pensamientos que te afectan.
Centrándonos en la solución y no en el problema.
Con ayuda todo es más fácil.
Siente la Alegría de estar vivo, siente la Alegría de vivir.
Sé Feliz te lo mereces.