Cambios. Rutina o Necesidad.

Nacemos y nadie nos enseña donde está el pecho de nuestra madre para alimentarnos. Lo olemos, palpamos, lo buscamos y nos aferramos fuertemente  a él. Es en ese instante donde se activa nuestro instinto de supervivencia.

Son nuestros sentidos los que nos avisan si puedo relajarme o estar atento y alerta. Todo lo empezamos a percibir en dos polaridades. Frío-calor nos lleva a contraernos o relajarnos. Amor – ausencia de amor, nos lleva al equilibrio y bien estar o al desequilibrio e incluso poder llegar a la enfermedad.

Esto sucede constantemente en nuestra vida. Lo percibimos todo como algo que nos hace sentir bien y nos tranquiliza. O todo lo contrario.

¿Alguna vez vuestros padres os han dicho? “tápate que hace frío, que te vas a poner malo”. Es importante cuidarnos y protegernos, claro que sí. Ya desde pequeños nos avisan que los cambios en este caso de temperatura pueden traer consecuencias negativas. Y crecemos con este miedo a los cambios. Buscamos la estabilidad, que todo siga igual, que haga que estemos relajados, tranquilos. Sin embargo si estamos mucho tiempo en este estado podemos caer en la rutina, en hacer las cosas de forma automática. Y es cuando dejamos de sentir. Nuestra mente entra en ese estado de piloto automático. Que es cuando todo pasa volando, no te das cuenta y el tiempo te recuerda que la rutina te lleva precisamente a perder el tiempo.

Buscamos la estabilidad en todos los aspectos y está bien. Sin embargo, todo exceso nos lleva al desequilibrio. Nos lleva  a vivir una vida aletargados, dormidos. Acostumbrados a lo que hacemos cada día y nos da seguridad y estabilidad.

Y un día algo pasa. Toda nuestra realidad se tambalea. Lo que para nosotros era habitual, deja de serlo. Te encuentras haciendo cosas diferentes a las que hacías. Tienes más tiempo para pensar que es lo que realmente estabas haciendo. Y te das cuenta que quizás no era dar lo mejor de ti. No era sacar el mayor provecho de todo cuanto sabes hacer.

Y es gracias a esos cambios que la vida te ofrece, cuando de nuevo vuelves a nacer. Si, nacer a una nueva vida. Entras de nuevo en ese estado de supervivencia. De estar atento, de escucharte, de sentirte, de percibir todo tu entorno, de crecer, de avanzar.

Es entonces cuando de nuevo creces internamente. Te reinventas a tu nueva realidad.

¿Son los cambios malos? O son oportunidades para crecer y seguir dando lo mejor a los tuyos y a este planeta precioso en el que vivimos, nos cobija y da de comer.

Aceptar los cambios. Es aceptarnos a nosotros mismos. Es descubrir lo que llevamos dentro y ponerlo al servicio de los demás.

Sé que en ocasiones cuesta, que parece que todo se haga cuesta arriba. Que tropiezas una y otra vez, como si alguien pusiera piedras en el camino. Pero son esas piedras las que van reforzando tus valores, las que hacen que tu alma despierte, que des lo mejor de ti mismo.

A todos aquellos que estáis leyendo y estáis en procesos de cambios.  Dar gracias por ello, porque gracias a esos cambios, volvéis a Sentir que estáis Vivos.

Vivir y disfrutar de los pequeños regalos que nos da la vida.

No estáis solos. Nunca lo estáis. Con vosotros hay muchos seres que os ayudan. Incluso familiares que ya partieron. Y que sin lugar a duda están muy orgullosos de ti. Creen en ti. Y te animan a proseguir como ellos en su día lo hicieron. Llevas sus genes en tu interior. Recuérdalo.

Es momento de avanzar. De dar lo mejor de ti, eso te llevará a la felicidad. Tuya y de todos los que te quieren. En la tierra y en el cielo.

Con ayuda todo es más fácil.

Como dice Paulo Coelho “El guerrero de la luz, es aquel que a pesar de las dificultades, nunca pierde la esperanza de mejorar”

Gracias por estar ahí. Gracias por dar lo mejor de ti.

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